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Domingo 9 A del TIEMPO ORDINARIO siguiente a Pentecostés. LA SANTÍSIMA TRINIDAD. 19, 6, 2011. I. Exod. 34,4b-6.8-9. La familiaridad que establecen Moisés y Dios es magnífica. Y de ahí hemos heredado la confianza para decir Dios, si quieres, si vienes, si acompañas, si perdonas: Dios es nuestro Tú, el que está en todo y para todo. Y de ahí que infunda amor respetuoso, como corresponde al que es grande y poderoso. Le tratamos como a quien es tolerante con carencias y desgracias y hasta planificador de desgracias, a modo de IVA que se cumple como reliquia de un conflicto indestructible. Pero como Moisés también manejamos la adulación: Dios misericordioso, que te haces inmensamente MENOR en Jesús, que eres misericordioso con los pecadores, como quien tiende la mano a unos descentrados a quienes va descubriendo en eterna novedad. El lenguaje bíblico es multivalente: Dios crea, se entusiasma con la obra de sus manos, y enseguida se enfada por la ligereza de la mujer, pero prometiendo que con el tiempo una descendencia de la mujer será Salvador porque vencerá a la serpiente. Se trata de una catequesis que ha calado hasta el fondo del ser humano, y que tiene otros modos en otras religiones, pero se puede asegurar que la fuente siempre es la revelación, o la iluminación. Donde haya lenguaje transcendente está el Espíritu que inspira y adivina cualquier lenguaje. 11. 2ª Cor.13, 11-13 La catequesis de san Pablo es propia de un descubridor: halló al Dios del amor, que promueve paz, buenas relaciones y fraternidad y culmina la lección con la invocación que se repite al inicio de las Eucaristías: La 76
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