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de vernos como familiares, ya que el Bautismo nos da una afectividad sacramentada. II.1 ª Corint. 12, 3b-7. 12-13 En estos días asistimos a los cultos en honor a San Antonio. Notable multitud repleta este templo. Puede ser que haya quien esté tan prendado de San Antonio, que se olvida de Dios y de María Santísima. Su Dios es san Antonio. Pues bien, ese disparate dice bien a las claras que el Espíritu llena todos los espacios espirituales, y hace resaltar a personas y apostolados de modo especial. Pues ese algo especial que provoca San Antonio es sencillamente que el Espíritu lo llenó de una manera de ser muy humana y que nos atrae devotamente. No vamos a pensar que el orbe que llena el Espíritu es la tierra y las nubes, sino que se refiere a las Personas. De uno u otro modo el Espíritu nos llena, al menos en parte y quisiéramos estar llenos de él. III. Juan 20, 19-23. El propio Jesús es fruto de la fecundación realizada por el Espíritu en las entrañas de María. Por eso lo hace familia suya y el misterio de la divinización de nuestras personas se consigue por la entrada del Padre, del Hijo y del Espíritu, que cumplen la promesa de Jesús: si alguno me ama vendremos a él y haremos morada en él. La fórmula final de Jesús es Recibid el Espíritu Santo. Perdonad los pecados. Porque la plenitud del mundo la logra el Espíritu cuando se va venciendo la maldad, lo que se llama pecado. De modo que el deseo supremo de Jesús es que el Espíritu, por medio del ministerio de la Iglesia, nos libere y sane. El poder de perdonar es el Poder más benigno y sano que se puede tener y recibir. Amen. *** 75
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