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del cielo y del infierno. Y Abrahán contestó que quien no quiere creer no le convencerá ni un muerto que resucite. Pues bien: hoy recordamos que el Muerto Jesús de Nazaret, vino desde el Seno de Dios para aparecerse a tantos pobres Lázaros para que llevemos adelante nuestros deberes, cueste lo que cueste. Cumplida su misión hasta la muerte, ha resucitado y ha dado testimonio de su Persona y Verdad, y se elevó al cielo. Elevó su cumplimiento hasta el infinito, entrando en la Gloria del Padre. La Liturgia de hoy viene a decimos que Lo importante no es precisamente que se fue, sino que vino. Es necesario damos por enterados de que VINO. Y de que vendrá. Y para recordar esas verdades instituyó Jesús la Iglesia, dando a los seguidores el Espíritu que los convertiría en testigos en todo el mundo. El Espíritu de Jesús es como su quintaesencia: es su pensamiento, su iluminación, su fuerza, su entusiasmo, su compromiso hasta la muerte. Y en base a todo ese testimonio, puede prometer y promete la Vida eterna. Es curioso que Jesús tenga que dar muchas pruebas de que está vivo. Hay quien tiene apariciones de Jesús. Pero en general las pruebas de que Jesús está vivo es que nosotros estemos vivos. Que en algún modo y en la medida de nuestras capacidades iluminadas, seamos signos suyos. Fuerza para ser testigos la da el Espíritu de Jesús. De modo similar a como el conocimiento de los ideales de los Fundadores dan ánimo a los que quieren ingresar en sus Congregaciones. 11.lªPedro, 4, 13-16. La Sabiduría que nos da el Espíritu consiste en saborear la esperanza que ofrece Jesús, la riqueza de la Gloria 72
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