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divino, que no se puede ofrecer en las ceremonias seculares. Se pueden comparar con los placebos, que sin ser medicamentos, producen alivio al paciente. Para muchísimas personas estas ceremonias son atractivo para entrar en la Iglesia, de la que rehúyen mayormente, exceptuando bautizos, bodas y entierros. Por tanto parece que les augurarnos larga vida. No faltan mentes cultivadas que consideran estas cosas como propias de gente inmadura. Y no estiman eso ni otras cosas importantes. Por eso quienes quitan categoría a estas ceremonias seguramente que les queda un poso de envidia por no poder gozar de estos juegos florales. En estas pequeñeces seguramente se esconde mucho del Espíritu del Señor, porque se pronuncian palabras de aliento para ir adelante. II. Filip. 2,6-11. San Pablo argumente sobre Cristo partiendo de su trayectoria vital: siendo de condición divina no presumió de ser igual a Dios, sino que se rebajó hasta ser un hombre normal. Por esta conducta fue exaltado hasta adquirir el nombre más grande, de modo que al pronunciarlo todos hinquemos la rodilla, sean los buenos o los malos, y toda la gente proclame: Jesús el Señor está en la gloria de Dios Padre. Los panegíricos o discursos laudatorios incluyen referencias a los orígenes humildes de las personas importantes indicando que a pesar de todo salieron adelante. Pero en el caso de Jesús el haberse humillado hasta la muerte es razón para ser enaltecido y situado en la misma gloria de Dios. Añade san Pablo: no se nos ha dado otro nombre que pueda salvamos, sino el nombre de Jesús. La gente que acompañó a Jesús en su entrada brillante en Jerusalén quizá se fijaba en las grandes hazañas de Jesús que 55

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