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salvarnos porque hayamos procedido con la fragilidad que supone nuestra condición humana, llena de impotencias. Los méritos de Jesús revierten a nosotros desde toda su vida. Porque Jesús es Dios desde toda su vida y quien le ve a Él ve al Padre. Podríamos imaginarnos que en la persona de Jesús, de golpe, apareciera la figura pictórica del venerable Dios del Cielo. El efecto es el mismo. Total, que la victoria de Jesús es como una revancha de la victoria del mal en los primeros padres. Y esto es lo interesante. III.Mat.4, 1-11. El hecho es que en Jesús, recién proclamado Hijo de Dios en el Bautismo, también el Tentador pretende jugar a poderoso. Prácticamente lo que propone el diablo es lo mismo que propuso la serpiente a los inexpertos Adán y Eva: Comer un pan de milagro. Di que estas piedras se conviertan en panes. Tomar el dominio del mundo sirviendo al demonio. Tentar a Dios lanzándose desde altura temeraria. Jesús apela a la palabra de Dios, y el enemigo acaba retirándose. En grande o pequeña escala esa es la historia de nuestras personas. O confiados como Adán y Eva en la palabra Nueva que oyen, frente a la de Dios. O ensoberbecidos porque Dios mira mejor a otros que a nosotros. Y rompemos con él. O le amenazamos con irnos con otro. Posiblemente nos gustaría convertir piedras en panes, señorear las políticas para arreglarlo todo, o emprender acciones ostentosas para que se vea que nuestra mente, o nuestro partido o nuestra Iglesia están acabando con el mal del mundo. En resumidas cuentas: el mal nos acosa, y Dios por 47
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