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la Santidad, porque Él es Santo. La palabra santo la aplicó san Pablo a todos los bautizados, aseguró que nunca se llega a la suma santidad en este mundo: el que sea santo hágase más santo. Fijémonos cómo nos hacemos más santos: no odiando, corrigiendo con amor; eliminando la venganza y el rencor, y amando al prójimo según uno se ama a sí mismo. Yo soy el Señor. Porque el compromiso de ser santos es tan enorme que solo con la autoridad y asistencia de Dios se puede cumplir. Para sintonizar con Dios está la oración, el culto, los sacramentos y la Compasión con el prójimo. II. 1ª Cor. 3, 16-23 San Pablo complementa estos mandatos divinos con tres ideas madres: primera: sois templos de Dios. En ese templo no caben presunciones de sabiduría, como cuando decimos que nuestra conciencia nos dice que vamos bien, aunque no cumplamos los preceptos de la Iglesia: la crisis de la Iglesia es la nuestra personal. Ya nuestras casas son lugares laicos, mundanos, pese a nosotros. Los hijos viven en otro mundo, y lo sagrado les parece extraño y anticuado. Para más de uno de Uds. este asunto le tiene casi amargado. Pero tengamos Fe de que Dios no desecha a los pródigos. En algún momento se vuelve a la Casa del Padre, a la Iglesia. Como somos limitados, solemos tener nuestras capillitas, nuestros santos, nuestros curas, nuestros confesores. Hasta nuestro Cristo. Pues para ser santos todo lo nuestro es de Cristo y Cristo de Dios. El hecho de estar aquí indica que queremos ser buenos, con Cristo y con Dios, en la Iglesia. III. l. Mat. 5, 38-48 Muchos se preguntan cómo se puede asegurar que 39

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