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que esta u otra cosa sucede por voluntad de Dios. Como si Él fuera el agente de todo. En realidad lo que sucede suele tener origen en la voluntad o en la no voluntad, de hacer y dejar de hacer. De modo que el problema suele estar muy cerca de uno, porque o se cuida poco, o se atribuye demasiado. Por cuidamos poco suceden la mayor parte de las muertes prematuras, de los desastres afectivos, de la impreparación en los estudios, en la elección errada de consorte. Como se ve la desgracia no está en las alturas. Y el que en las Alturas esté Dios no es argumento para desligarlo de la historia ni para meterlo en cuanto desaguisado o desastre producimos o producen otros. Nos movemos en el misterio. Y es curioso que nuestras reacciones tienen textos bíblicos que las justifican. Llama la atención la seguridad del primer texto: Dios es justo y no puede ser parcial CONTRA EL POBRE. O sea la pobreza de todo género no es castigo de Dios, sino de un yo desbarajustado y negativo. O fruto de herencias sin capital de ningún género. De ahí la necesidad de la paternidad responsable, y de la elección de caminos apropiados en la vida. II. 2ª Timo. 4, 6-8. 16-18 Y acudimos a san Pablo. De haber sido presumido fariseo, perseguidor cruel, ha pasado a ser un publicano porque su capital consiste en ser pobre. Y resulta que sus propios compañeros de creencia, que han pasado a ser fariseos, le niegan la palabra y le hacen el vacío precisamente cuando está en el juicio donde ellos podrían salvarlo. San Pablo aprovechó su defensa propia para anunciar el evangelio, y parece que muchos de la propia casa del Emperador se convirtieron. Diría: no hay mal que por bien no venga. Esta frase vale también para nosotros. Pero hay que tomarla con prudencia. Se 389

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