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persona que nos ayuden, y solo es eficaz la petición si hay insistencia en ponderar la necesidad. De modo parecido las súplicas u oraciones tienen que tener atención, constancia y perseverancia. Esto nos lo enseñaba el famoso Catecismo que memorizamos en nuestras catequesis. ¿Quién recuerda hoy estas condiciones para la Oración? Pues hemos de recordar estos apoyos doctrinales, que pueden sostener el edificio de la Fe. Las intenciones de estas dos lecturas es dar entrada a Dios en nuestras historias. Los que estamos en estas celebraciones ciertamente oramos u oracionamos. Y tenemos confianza y quizá perseverancia, mas puede faltar la atención, porque nos oxida la rutina. Quien oye rezar a los católicos se pasma de la velocidad de nuestros pronunciamientos. Apenas habría posibilidad de traducción simultánea para alguien que siendo de Afuera, entra en templos y reuniones donde se reza o suena a rezar. La atención significa entrar en el asunto, en las palabras, en el ritmo, en tono, en la conjunción con los otros, o sea en hacer pueblo. Sentirse Pueblo de Dios, no solo individuos aglomerados para rezar. Ser Pueblo es lo que pretendió Moisés para afrontar batallas y problemas. Y Jesús nos dice que donde hay dos o tres rezando en su nombre se conseguirá incluso el milagro. Solemos cantar como quien va de luto y rezar como va perseguido. Ojo al dato. Que tampoco a nosotros nos gusta que nos lean un papel o nos reciten o cuentan algo, a plena velocidad, faltándonos al respeto. Muchas veces nuestra oración es un desafío al sentido común religioso. II. 2ª Timo. 3, 14-4,2 387

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