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Domingo XXIII C. 5 Sept. 2010 I. Sab.9, 13-18 Sabiduría es tener conocimiento y discernimiento. Con esto se saborea la vida, y los llamados sabios parten de bases serias para emitir dictámenes. El párrafo leído es una catequesis espléndida, porque ya menciona la acción del Espíritu Santo, enviado por Dios. Precisamente Jesús introduce en la vida corriente la acción de esa alma de Dios, bautizada como Espíritu. La inspiración se llama soplo del Espíritu. Y se asegura que llena el orbe de la tierra, y que principalmente se vale de la criatura agua para ponderar lo que es la vida. El Espíritu conduce a muchos personajes hacia su destino. Y es quien señala a Jesús en su Bautismo, como el Hijo de Dios y maestro. Y luego Juan hace la calificación que más importaba a los presentes: Que es quien quita los pecados del mundo. Un pecado sempiterno es el que llevó a Lucifer a no servir a Dios, convirtiendo su gran saber en malicia corruptora. El enemigo del Espíritu se vale de las argucias muy señaladas en la lectura: el poder de la ciencia, la audacia de descifrar los astros, negar el principio de contradicción, porque solo él ofrece a Jesús dominio del mundo si se postra de rodillas y lo adora. Esta exigencias funciona hoy en muchos sitios, y en España es tema obligado. Si dice la Escritura que el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, hoy en Gijón los que se creen sabios y entendidos no quieren que los regidores de la ciudad presencien la simbólica bendición de las aguas. Actos de soberbia antidemocrática, pues quien quiere quitar y poner sus siglas, olvida a los ciudadanos que tienen derecho a exhibir sus productos culinarios y 368

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