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III. Luc. 13, 22-30 La salvación, en mayúscula, se entiende ordinariamente, que es entrar en el cielo del modo que sea. Por la puerta más estrecha y proclamando méritos ante san Pedro. Jesús quiere salvar en la vida ordinaria y de mil modos. Vendrán de todos los confines a sentarse a la mesa del Reino de Dios. Cuando alguien se enfrenta a su grupo que vive la rutina y la nulidad, dice cosas muertas. Y Jesús ya había echado en cara al propio Pedro que pensaba solo como hombre del montón. Cuando hizo Jesús afirmaciones severas sobre la entrada en su reino muchos se fueron. Duro es el sermón que nos ofrece comer y beber sangre de este increíble Maestro. Frente a los demás Pedro suele salir bien parado. Pero hay un rincón en su memoria que hay que aclarar: qué va a ser de los que todo lo dejamos por ti; Contesta Jesús, tendréis el ciento por uno. Pero sigue la más tremenda pregunta: ¿son pocos los que se salvan? Pues Jesús casi dice que sí, referente a los que están delante. Probablemente estaba Judas muy atento reclamando mejoras en su peculio. Y Los Zebedeos sindicados con Pedro: esperan ser ministros... Lo que añade Jesús es para meternos en honduras abismales. "Vendrá de oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán en el Reino de Dios, porque hay últimos que serán primeros" Por ejemplo llegará un tal Saulo el malo, y se sentará en sitio eminente en el reino, porque asumió la novedad de la salvación por Jesús del modo más clamoroso y se dedicó al prójimo totalmente. Pero también se puede añadir, que al cielo se ha de ir por muchas puertas, quizá estrechas, pero abiertas a todos. Y, en ese sentido, de todos los confines entran los que, bautizados por el deseo de estar conformes con 363

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