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II. lªCor. 2, 1-5 Porque pobres radicales lo somos todos. Seguramente en esta Eucaristía Uds. y yo estamos sintiendo gran necesidad de tener mucha fe, de ser más caritativos y ayudadores. Y de que no nos falte el amor familiar, o que nos sea devuelto, o que nosotros lo cultivemos de veras. Aunque es palabra muy universal, la compasión ha de aterrizar. Ahora hay millones de parados, algunos están por las calles y puertas de Iglesias solicitando compasión. Están las familias rotas por los crímenes pasionales. Están los que buscan mejoras políticas y mejor Justicia. La compasión se manifiesta cuando uno atiende a los creyentes con humildad, como san Pablo, que predicaba como un creyente humilde. El creyente tiene que ser humilde en la defensa y confesión de la Fe y en su propaganda o labor catequética. Incluso ante personas rebeldes a la Verdad hay que ser compasivos. Vale más decir: Amigo rezaré por ti, que decirle que es un soberbio ignorante. Y peor aún es adherirse a las invectivas y exageraciones de los murmuradores. Es raro el que se decide a defender a su Iglesia y no es raro el que también lleva en su bolso piedras para apedrearla en cuanto halla a un cómplice. III. Mat. 5, 13-16 Compasiva es la luz, que se gasta sirviendo. Ser luz del mundo es ser lógico en la verdad que se proclama. Saberse luz es maravilloso o tremendo. Porque implica ser agradecidos y también ser responsables. Nadie enciende un bombillo para meterlo en un cofre. Compasiva es la sal, que hay que distribuir con moderación y guardar como un tesoro. 35
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