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mentalidad, que Dios sintió arrepentimiento de haberlos creado. Penitet me hominem fecisse. Nosotros cultivamos la fe, quizá con cierta rutina, pero vale. Quizá nos falte entusiasmo. Puede que seamos simples usuarios, con todo servido. Pues a entusiasmarnos que significa endiosarnos. Igual que decimos Dios mío, digamos Jesús mío. Ven Señor Jesús. III. Juan. 17, 20-26 El Evangelista pone en boca de Jesús un largo discurso como sobremesa de la Cena. Antes había lavado los pies, con espanto de Pedro, que al fin se sometió del todo. Quizá en la cena hablaron poco, porque volaba la terrible profecía de Jesús anunciando la traición de los comensales. Cuando Judas sale a cumplir su compromiso terrible, la emoción tuvo que ser inaguantable. Y Jesús predica paz y comprensión entre todos, poniéndose como ejemplo. Les recuerda que serán promulgadores de su doctrina y ejemplo. Y que ese oficio no se cumple si no hay conocimiento y entusiasmo. Tiene que estar el Espíritu en posesión total de la persona. Cuando esto se da el sermón sale lucido y espléndido. Dice Juan en otro párrafo que Jesús, sabiendo lo que venía encima, dijo: con un deseo inmenso deseé comer estar Pascua con vosotros, antes de padecer. Sometidos a emociones especiales están como ablandados para empaparse de palabras serenas y confiadas. En diálogo con el Padre, hace Jesús las peticiones. Que sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti. Por ellos el mundo ha de saber que tú me has enviado. Y los has amado como me has amado a mí. Que los que me has dado estén conmigo y contemplen la gloria que me has dado desde la fundación del mundo. 319

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