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II. Apoc.21, 1-5ª Tierra nueva y cielo nuevo. Lo predicó san Pedro, y lo festeja el Apocalipsis. ¿Pero qué quieren decir esas bellas afirmaciones? Para San Pedro lo nuevo saldrá de una catástrofe que acabe con lo viejo y pecaminoso. Y por lógica ha der nuevo el cielo porque abundará la justicia, y de los justos es el Reino. No se compra el cielo. Es regalo de Dios. Diría que es el estado de recreación, de volver a crear todo. Ecce nova facio omnia. Porque Pedro constataba la tremenda grandeza del mal del mundo, parte del cual él lo iba a sufrir en propia carne. No solo era inmundo el ambiente pagano, sino que en el ambiente judío anidaban los odios, los celos y los homicidios. Pedro había visto a Saulo endemoniado y fanático dirigir el asesinato del diácono Esteban. Y vio en Pablo al cielo nuevo en tierra nueva, porque su admirado y poco simpático Pablo unía la generosidad con cosas de la tierra para ayudar a cultivar en Jerusalén los ideales que llevan al cielo. Las novedades se dan continuamente, para bien o para mal. Para bien las llamamos gracias: para mal las llamamos desgracias. Para ambos empeños hay gentes de sobra. Y para juntar ambas posibilidades también hay brujos: Satán solo pedía ver a Jesús adorarlo de rodillas para hacerle dueño del mundo. ¿Qué proclama el ideario marxista sino eliminar a Dios y a las virtudes convirtiéndose a sí mismo en Redentor? Dadme una palanca y levantaré el mundo. Dad el poder al proletariado y su dictadura acabará con todos los males. Tuvo el poder casi 70 años y se agotó hasta caer en pedazos. Pero hay nostalgias de aquello, porque los dictadores jamás se fijan en sus ruinas sino en sus fantasías. Para Jesús el cielo nuevo parte de una tierra de pobres. Sus poderes son misericordia, justicia, bondad, paz, paciencia, lucha pasiva, luchar sufriendo. 313
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