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exhortara por nuestro medio". Para demostrarnos lo imperioso que es para Dios Padre el estar a buenas nosotros, "obligó a su Hijo a dejarse aniquilar por nosotros mismos". En los Viacrucis se suele invitar a derramar lágrimas por los dolores de Jesús. Lo lógico es sacar consecuencias de autoestima y de amor y de acción de gracias. El sentir lástima no produce buenos frutos. Por tanto cuando nos confesamos o hacemos la celebración de la penitencia, admiremos el que se nos ofrezca la solución del conflicto de conciencia, mediante la acción ministerial de los sacerdotes. Podemos decir al penitente: "Quiero, queda limpio" y "vete en paz". III Luc. 18, 1-13.11-32 La parábola del HIJO PRÓDIGO es la proclamación de lo dicho: El Padre estaba loco por abrazar al hijo. Y al hacerlo, proclamó una gran fiesta. Hagamos nosotros fiesta cuando recibimos el abrazo de la Absolución. Es una recuperación de la autoestima, porque no interesa andar recordando lo pasado, que ya no existe. Gozar de la Reconciliación implica recibir la comunión, que es signo del amor de Dios y la fuente de la energía para hacer tarea en la Casa Paterna, que es nuestro mundo. No es raro que hablemos del desamor general, de los problemas de herencias, y de las injusticias que conlleva todo reparto de bienes. De acuerdo a los datos, la generosidad es bien común. Como es bastante común la prisa de los menores por tener de todo y por irse de casa, si pueden... Y es común que cuando vuelven los perdedores se les reciba con verdadera alegría. La afirmación de que hay más alegría en el cielo por un convertido, que por 99 de santidad normal, no es fantasiosa. 298

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