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tierra por sus descendientes, convierte a los Israelitas en legítimos poseedores. Y lucharán por ello por siglos y siglos. Y en esa lucha están con la seguridad de que lo que da Dios no puede quitarlo nadie. La historia se compone de muchas afirmaciones históricas y de muchas interpretaciones fantásticas. Y así se forman las herencias de siempre y los problemas cuando hay que repartirlas. Y aunque tenemos nuestro Dios, a la hora de la verdad algunas verdades no sirven mayormente. Abrahán creyó y se le considera padre de los creyentes. Esta historia es sencillamente fenomenal. Dios metido a distribuidor de tierras y creador de naciones. Quizá sea así y nos falte fe para aceptarlo. Pero muchos de nosotros disputamos un palmo de tierra o herencia como si se nos fuera en ello la vida. Pobres quienes pasan por esos trances. Y todo por no ponerse de acuerdo antes de que la muerte los separe. La alianza entre herederos para hacerlo a tiempo, es una necesidad. II. Filip. 3, 17---4, l. Necesitamos creemos como ciudadanos del cielo. Pero la tierra nos atrapa los pies. Y las tentaciones que venció Jesús nos engullen. San Pablo llama a los materialistas enemigos de la Cruz de Cristo. Pable se pone como ejemplo de quienes debemos sentimos como ciudadanos del cielo y creyentes en Jesús que nos hará inmortales. Es ciudadano quien se siente parte constitutiva de la ciudad. Tiene derecho a opinar y obligación de colaborar. Incluso de sacrificar la vida por el bien común. San Pablo se sintió conciudadano de muchos en su vida. Por eso su nombre fue estimado por los defensores de la 293

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