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del amor de Dios? ¿Será Cristo Jesús el que murió, más aún, el que resucito, el que a la diestra de Dios intercede por nosotros? Seguros estamos que ni la muerte ni la vida, ni lo presente ni lo futuro, ni la altura ni la profundidad nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. III. Jesús, el Hijo de Dios. Ante muchas personas proclama el Bautista los dos novedosos títulos de uno de sus penitentes: Jesús de Nazaret. Primero que es el cordero que quita el pecado del mundo. Segundo que es testigo de haber visto al Espíritu posarse en Jesús y oír la voz del Padre declarándole su hijo. Nunca se había dado tal escena y ni se volverá a dar, porque la Palabra de Dios es eterna. Por eso creemos en el perdón de los pecados por Jesús y creemos en Jesús Hijo, persona divina con el Espíritu en unión del Padre. Y como complemento creemos en la fuerza transformadora del bautismo que nos deja Jesús. El adquiere la consciencia plena de su realidad de Mesías cuando Juan lo bautiza, y ese acto se convierte en memoria obligante para todo seguidor: deberá Bautizarse en el nombre de las tres divinas personas. El detalle de estar pronunciadas las tres personas, Padre, Espíritu e Hijo es esencial. Pablo halló grupos que solo se bautizaban en nombre de Jesús. Declaró que no bastaba esa invocación y había que bautizar en nombre de las tres divinas personas, porque así se hace presente la potencia del espíritu Santo. Por eso el Bautismo libera de los pecados e incorpora a la Iglesia, adquiriendo derechos y obligaciones como Cristianos. *** 29

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