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Pero no esa la que moverá montañas, sino la Fe Confiada, filial, la que asegura que el sujeto de por sí no puedo mucho, y que es el Señor el que moverá la montaña cuando haga falta. Esta es la fe del Pueblo, la que dura por generaciones. Ayer y hoy y más días, en Haití se suceden infinidad de actos de culto por las Víctimas del terremoto más mortífero de la Historia . Supongo que en esos cultos se elevarán voces agónicas, desesperadas. Pero hay un milagro a la vista y es que las que sobreviven tendrán ayudas de todo el mundo. Se multiplicarán los panes y los peces, como se está viendo. Dice un refrán que quien no se consuela es porque no quiere. Efectivamente, millones y millones de personas se consuelan, o bien porque no hay mal que dure cien años y el tiempo cura todo, o bien porque no están solas, o bien porque como dice la Escritura el orbe de la tierra rinde batalla a los insensatos. Hay quien asegura que estos sucesos son de voluntad expresa de Dios. Con esta afirmación no estoy de acuerdo, porque Dios, por definición, ni necesita ni debe nada a nadie. En cambio podría exigir que nosotros nos consideremos necesitados. Dice una frase recién leída: "Maldito quien confía en el hombre y en la carne". Dejemos ahí la frase terrible. Ayudemos en lo posible, aguantemos en lo posible, y agradezcamos en lo posible. Porque nos espera otra vida perdurable. II. lªCor.15, 12.16-20 Precisamente San Pablo toca el tema de la Vida eterna, basada en la resurrección de Jesucristo. Es el argumento único y total. Y quien no admite la resurrección de Jesús es desgraciado. Este asunto de la Vida Eterna es de absoluta actualidad: lo exigen estos sucesos de muerte que deben convertirse en sucesos de vida. Los que han muerto son mártires y siguen ya al Cordero celestial. 288

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