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negrura de las dudas y negaciones que se oyen alrededor, o se revuelven en nuestra conciencia e inteligencia. Jesús queda embriagado por esa clarificación y cambia su vida de ciudadano de Nazaret: III. Mat. 3, 13-17 El Espíritu Santo lo transforma en Sacerdote, que quitará el Pecado, porque nos deja su Bautismo, que transforma sustancialmente nuestras personas divinizándolas. Nos deja su Eucaristía, que es él mismo, y nos ofrece el Perdón sacramental, que será para muchos la segunda tabla de salvación. El Espíritu transforma a Jesús en profeta, que dedicará su vida a la conversión de las personas en hijos de Dios. Jesús se hace maestro, y se pone al lado de los necesitados. Y por nosotros da la vida. Anuncia la salvación y la da a quienes crean y se bauticen. La primera exclamación de la gente ante un milagro era: un gran profeta ha aparecido entre nosotros. El Espíritu Santo convierte a Jesús en Rey. Y funda el Reino de Dios. Con poderes reales sobre los demonios, sobre las potestades de este mundo, sobra las cosas, y sobre el mal. Sobre todo porque se dedicará a hacer el bien. Jesús es la autoridad de Dios en doctrina y en acciones salvadoras. Rey servidor: hace ver, andar y sanar. Eso mismo han querido hacer los reyes temporales, y por eso bautizaron a sus pueblos, llevaron la cruz en sus coronas y se proclamaron cristianos. Jesús Rey no estorba a ningún poder legítimo. No estorba a los sabios, a los investigadores, a los que curan, a los que gobiernan. Toda sabiduría y autoridad son benditos de Cristo, mientras no se conviertan en 26

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