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Las imágenes antiguas de Jesús lo presentan como Pantocrátor, o sea, como Emperador de la Creación. Inspirándose en el Apocalipsis que acabamos de escuchar, era muy natural que Jesús fuera proclamado Rey hasta en el sentido de dominio universal. Tengamos en cuenta que este texto del Apocalipsis se refiere a los tiempos eternos, lo que llamamos cielo, donde es claro que Jesús es Señor de todo, porque todo se lo ha entregado su Padre. Especialmente por haber vencido a la muerte y al pecado. Por eso los que están junto a Él lo contemplan como vencedor de quienes lo traspasaron: o sea de todos los que han pretendido anularle. Cada riada de muertos que es recibida en el cielo, ante Jesús, sentirán la suprema felicidad de hallarse con la Verdad y el Bien. Muchísimos serán del número de los que lo traspasaron, sino con lanzas, sí con ataques despectivos o criminales, pero que a su tiempo tuvieron la fortuna de poder elegir en una decisión fundamental en sus horas finales. Todos luchamos por estar junto a él, asumiendo su Palabra y sus Sacramentos en la Iglesia. Pero hay muchos que luchan por lo contrario. Falsos profetas, o defraudados por desgracias que les ocurren, o listos en el manejo de la pluma y en la irrisión de las blasfemias. Muchos de esos llegarán al cielo. Solamente los que se empecinen en negarlo y despojar de él a los demás, esos no tendrán remisión. Son los que pecan o pecamos o podríamos pecar contra El Espíritu Santo, que se destruyen como pensadores serios. Yo soy El Alfa y la Omega, el principio y el Fin, dice Jesús. O sea: soy el TODO posible y disponible para quienes buscan la salvación... 255
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