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toda la Trinidad. Y nos asegura el texto que donde hay remisión o perdón de los pecados, ya no es necesario ofrecer por ellos más sacrificios. Esta frase es importantísima, porque solemos reiterar el dolor por los pecados ya confesados, cuando lo cierto es que ya no existen. Lo que urge después de cada confesión es mirar adelante, con ánimo de que podemos vencer los defectos o pecados por la gracia de Cristo. El morboso recuerdo de la mala vida pasada nos humilla innecesariamente. En cambio es positivo el sentirnos con ánimos de vencedores. Ganando cada día pequeñas batallas contra lo que el sentido común nos asegura que no es bueno. Bueno es recordar que Jesús pasó por aquí haciendo el bien y liberando de los poderes perversos. ¿No estará diciendo sin cesar: Padre perdónales que no saben lo que hacen? III. Marc. 13, 24-32 Desde tiempo inmemorial se nos ha asegurado que el cosmos, o sea la creación entera ha de caducar de modo terrible. Hay dos experiencias que nos demuestran que el mundo está en peligro: Las destrucciones acontecidas por guerras y violencias, y la destrucción de Jerusalén: precisamente este acontecimiento, sucedido a los casi 40 años después de irse Jesús de este mundo, hizo que los autores que desarrollaron las palabras de Jesús, tomasen ese hecho tremendo como imagen de la destrucción de todo lo que existe, precedido de destrucciones parciales de las que somos testigos a diario. No estaba Jesús precisamente por la labor de profetizar el fin del mundo, sino que, con la destrucción de los más querido y admirado de los oyentes, que era el Templo y la Ciudad de Jerusalén, cada uno tomase buena nota. Y entendiese que su propia muerte es el fin de del mundo de cada 253
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