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con quienes a millones tienen el llanto por el pan de cada día, y cuando en persona nos llega la tribulación y la persecución. De esas tribulaciones saben mucho los padres de familia, los esposos desafortunados en su amor y fidelidad. Los que defienden la vida aunque chillen los materialistas y los que siembran de muertos las clínicas abortivas. Los que confiesan su fe cada día. ¿Quiénes mantienen aún la costumbre de bautizar y confirman a hijos y nietos? Uds. las mujeres, alma del mundo, de la cultura, de la Iglesia. Las de la misa y comunión. Las que oran por los vivos y los difuntos. También incluimos a los hombres comprometidos en un bien hacer diario, y también en la obra misionera. Creo en la comunión de los santos: todo el bien que se ha hecho en la vida es patrimonio de la Iglesia. Venzamos el individualismo y abrámonos al bien universal. Amen. *** Domingo XXXII B. 8, 11-09. 1º Rey.17, 10-16 Hay en la Biblia un especial sentido de compasión por las viudas necesitadas. En el caso de la viuda de Sarepta, el mismo Elías que había provocado la sequía en aquellas tierras, hace la más curiosa excepción con esta viuda. Porque obedeció al enviado de Dios, consigue harina y aceite para toda su vida, y de paso salva al hijo. La intención del relato es clara: para un profeta enorme como Elías, es fácil hacer milagros. Y es fácil que le crean cuando afirma hasta cosas absurdas. "No faltarán en tu casa ni harina ni aceite, si me haces primero un panecillo para mí.". Probablemente algunos de Uds. no están sobradas de recursos. Y con todo son las que cuidan el culto de la 249

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