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Domingo XXX B. 25 Oct. 2009. León I. Jer. 31,7-9 La historia de Israel es de lo más variado y dramático que podamos imaginar. La Escritura no se cansa de narrar triunfos y desgracias del Pueblo de Dios. Los triunfos y alegrías tienen sus cantos, sus salmos, sus historias. Las desgracias tienen interminables capítulos. Y en ambos sentidos se pone siempre a Dios como autor. Los triunfos y alegrías se deben a la bondad gratuita de Dios. Los terribles males a la ira o desengaño de Dios, en quienes deberían serle fieles. Lo cierto es que Israel cultiva la relación con Dios de modo tan admirable, en las duras y en las maduras, que gracias a esa Fe ha sobrevivido a todas las calamidades. Y Dios está como un padre generoso que en vez de castigar truculento y rebelde, lo espera y readmite con gozo sublime. Con llanto vendrán, mas con misericordia los guiaré. No hay vínculo más irrompible que el de la Fe religiosa. Quienes han luchado contra la Fe de los Pueblos han acabado destrozados. Cuando pensaban seguir dominando, cayeron en debilidad y el pueblo sacó a relucir su FE ancestral, y con sus Iglesias recuperadas y sus Imágenes y Sacramentos, han hallado alegría en su vida, aunque sigan calamidades por razón de circunstancias adversas. Un Pueblo creyente tiene la raíz de todos los bienes. II. Heb. 5, 1-6 Al oficio sacerdotal se le llama también Pontificado, porque el sacerdote sirve de puente entre el sujeto y Dios. Sin duda podemos y debemos relacionamos con Dios, por Jesús y en la Iglesia, con palabras propias y devociones sinceras. Mas la seguridad de la relación 245
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