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sucedió a Jesús. Preguntar por qué redime al mundo con tanto dolor debe responderse diciendo que vino a asumir nuestras debilidades para ser modelo en las pobrezas y en las deficiencias sin parar en su camino. La historia individual depende de la genética y de la ética. El mal jamás proviene de un plan de Dios. Pero como en la vida hay tanto desperfecto, Jesús quiso experimentarlo para descargar al Padre de suposiciones perversas. Fue así y punto. Pero El y Nosotros tenemos en la vida infinidad de satisfacciones que hay que saber administrar para sentimos positivos. Todo producto tiene su encanto y su desencanto. Lo humano es fabricado para glorificar un proyecto, y sufre desgaste y deja paso a otro modelo, pero jamás se destruye lo que se ha logrado. Al lado de Jesús está la humanidad militante y la triunfante. III. Marc. 10, 35-45 Jesús mismo habla de su futuro como de un asunto que va a terminar mal en lo humano. Todos los poderes se coaligarán contra Él, y se consuela con que ha de resucitar. Aparentemente es un consuelo misterioso. Porque la resurrección que él va a vivir y convertir en corona de su vida, está por ver. Pero habla de ella con tanta seguridad que casi se palpa su verdad. Ha de resucitar. Es un término nuevo. Que nadie había atribuido a sí mismo en la Biblia. Pues bien: ese es la gran carta de Jesús. Porque todo lo humano que él santifica ha de pasar por la prueba de la muerte y surgir resucitado, divinizado, salvado. Las palabras Muerto y Resucitado son esenciales en Jesús. Y han de serlo en nosotros. Frase consagrada por san Pablo y que pronunciamos nosotros en el credo, como esencia de nuestra Fe. 243
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