BCCCAP00000000000000000001357
III. Marc. 10, 2-16 El camino de Jesús se sigue mayormente en pareja. Y ahí está el detalle. Llega a haber cansancio de pareja, enemistad y rupturas. Las autoridades mosaicas hallan la solución en el divorcio. Y en casos de adulterio en la lapidación. Aparentemente la cosa funcionaba. Pero en el fondo permanecía el poso de la conciencia culpable. ¿Es lícito divorciarse de la mujer? Preguntan si es lícito, no si es legal. Porque la pregunta no se hace al revés. No se dice en la Ley que la mujer maltratada pueda pedir el divorcio. Solo en la modernidad puede la mujer solicitar el divorcio, como un gesto de igualdad, de quienes han sido siervas legales casi siempre. Al casarse el cura dijo: Compañera te doy, no sierva. Hoy cuando se dice compañera suena a poco. Se añade sentimental como adorno. El caso lo someten a Jesús, que, por lo visto, usa lenguajes revolucionarios. Se dijo, pero yo os digo. Y él toma parte por la mujer y por el varón. Primero asegura que la legalidad puede dar conformidad a la peor costumbre. Pero que desde el principio no fue así. Y les pone delante la frase famosa: "por ella dejará el hombre todo". Y ¿por qué no dice que la mujer también deja todo por el hombre? En cierto modo corrige la legalidad cuando defiende a la adúltera, defiende a la que le lava los pies, resucita al hijo para consuelo de una viuda, cura a la mujer de su mal y libera a la que padece diabluras. La respuesta radical: no es lícito, y la divorciada no puede casarse otra vez. El mundo de hoy contempla esas palabras como exageraciones. Y solo quedan minorías de adanes y evas encantados de por vida. *** 239
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz