BCCCAP00000000000000000001357

En un concurso de catequesis se pasan momentos de felicidad oyendo explicaciones a los párvulos. Y si el concurso se ofrece a personas sin mayores conocimientos, seguramente habrá contestaciones de párvulos. Igualmente ingenuas y satisfactorias. Mujer y hombre, hembra y varón son hechura de Dios. Y es posible que la narración insinúe que el servidor va a ser el varón, que aceptará la situación por tiempo suficiente para seguir encantado o sentir otras tentaciones. 11. Heb. 2, 9-11 Sin tardar mucho llegarán las carencias y las penas como sal de la vida, para que, con cada historia personal, se cultive una esperanza de mejora que solo se logra en la eternidad. El ejemplo es Jesús. El santificador y el santificado proceden todos del mismo. Por ello, en Jesús brota espontanea la palabra hermanos. No es fácil explicar humanamente la trayectoria del padecimiento. El naturalista lo explica por la ley que afecta a todos los vivientes: del polvo vienes, al polvo vuelves. Pero ese ser especial al que se puede llamar hermano no se queda en ese nivel, salvo que presuma de sabio y entendido. Jesús vino a avisar de la posibilidad y el deber de superar metas difíciles. Solo se va a los astros por caminos arduos. La oferta de la altura se entiendo bien desde el que baja de ella. Puso el Hijo la tienda entre nosotros, para que pareciendo uno de tantos, el resto entendamos que hay otro mundo que hay que descubrir con arduas labores. Y ya señala su experiencia. Hay que transfigurarse, o sea no conformarse con ser del común. De hecho los Cristos pacientes y resucitados son los que más devotos tienen. Y sobresale entre todos ellos el apasionado San Pablo de Tarso. 238

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz