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*** Domingo XXVII B. 4 Octu. 2009. I. Gen. 2, 18-24 Génesis es un libro didáctico, una especie de manual de explicaciones para las personas que las esperaban, y les eran ofrecidas por autores inspirados. La inspiración para dar o recibir es innata en nuestras personas. Desde la más tierna edad surgen los por qué. Y según el talante, la cultura y la pedagogía, se buscan modos de llegar al lugar donde se depositan los conoc1m1entos básicos, que es la memoria, el entendimiento y el corazón. De todas las memorias históricas la más profunda es la referente a los magisterios que hemos tenido. En el Génesis el magisterio es del espíritu que lo llena todo. Quién, cómo, por qué. Se responden de modo sencillo pero indubitable. Y dijo Dios. Las palabras son fascinantes: Háganse, multiplíquense, fructifiquen, con luz del Sol o de la Luna. Y así se pone al alcance de los párvulos, según Jesús, una explicación suficiente para empezar. El desarrollo llegará a su tiempo. En el pasaje que hoy leemos, se pretende explicar la necesidad del hombre de tener compañía. Mientras está con los seres del montón, se siente solo. Y por eso el creador hace una operación de laboratorio para ofrecerle el complemente anhelado. Y tal es el acierto que el hombre exulta, se extasía, adivina que por esa maravillosa criatura que es su semejante, dejará todo lo que tenga para adherirse a ella como compañera. Explicación más que suficiente para los párvulos. Los sabios y entendidos se quedan sin revelación. 237
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