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III. Juan, 6, 51-58 Juan Evangelista dedica a la Eucaristía afirmaciones asumidas del propio Jesús. Aunque en la Cena se fija en el hecho del lavatorio de los pies, suya es la afirmación más preciosa: Habiendo amado a los suyos los amó hasta lo indecible. Las palabras repetidas y repetidas de Jesús sobre el Pan de vida, son la teología eucarística que celebramos. "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y es sujeto de la resurrección final Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida, quien coma de este pan vivirá para siempre". El propio Jesús llama a la Eucaristía Pan del cielo, en contraposición al maná que era de la tierra y de las circunstancias. El Padre que vive me ha enviado, de parecido modo quien me come vivirá por mí.- Los circunstantes se escandalizaban porque lo que oían era inaguantable. Y muchos se fueron. Lo cierto es que entre nosotros el Sacramento es el milagro supremo, que es como una conversión de Dios en criatura. Tenemos la suerte de poder participar del Sacramento con las facilidades que en nuestra juventud eran impensables: El ayuno aliviado y la recomendación de los Papas de convertir la eucaristía en el Pan de cada día. Y si podemos acompañar al Sacramento en las especiales procesiones, sintámonos animados por las palabras de Jesús: Quien como de este Pan tendrá vida eterna. En tiempos de dudas sobre la realidad Eucarística, brotó incontenible el culto a la Sagrada Hostia, denominada la Majestad. Los himnos y procesiones eucarísticas en el día del Sacramento de cada pueblo se viven con pasmosa grandeza. Aunque de ahí no se pase en los varones a convertirse en devotos. 222
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