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recupera su fuerza con el pan del cielo. Como le dice el Ángel de Dios;"con ese pan y algo de agua llega al Monte de Dios", el Sitio por excelencia para Israel, porque allí se reveló Dios y se convirtió en el Dios de todos los panes, de todos los dones, de todas las verdades de su Pueblo. II. Efes. 4,30-5,2 Dando por sentado que los Cristianos de las Iglesias que Pablo ha fundado, viven la Eucaristía, porque la celebran cada semana y la comen para fortalecer y formar las conductas, pide el Apóstol cuidar las relaciones mediante el buen decir. Y es que el Prójimo es hermano en Cristo, y maltratar sus oídos con blasfemias, o su mente con mentiras, es profanar el propio don de hablar. Dice un atrevido evolucionista que el chimpancé tardará seis millones de años es saber decir alguna palabra humana. Nosotros abundamos en palabras correctas y en las incorrectas, que son jaculatorias negativas, desahogos, y casi nunca tiene pésima intención. Pero somos muy tacaños en alabar la valía de los demás. Casi siempre a las posibles alabanzas añadimos alguna mordida y reparo que envenena lo que parecía positivo. Para san Pablo eso es contristar al Espíritu Santo. Por eso, cada vez que cercenamos o manchamos el buen nombre de las personas, sentimos como un flechazo en el corazón: "has faltado al amor". Y eso duele, y con todo volvemos con bastante facilidad al pecado de envidia o maledicencia. Eso entra en el mandamiento de NO levantar testimonios malos o mentiras contra los demás. Y el exige no tomar el nombre de Dios (y del prójimo) en vano. Ha de ser materia importante en la Confesión, proponemos cuidar al máximo la caridad fraterna. 219

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