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pasó a tomarse como cosa muy especial y nació el refrán: "esto es un adefesio". No basta oír, hay que leerla. III. Marc. 6, 7-13. Misioneros fueron los discípulos a quienes encargó Jesús ir por todas partes con autoridad para expulsar los espíritus inmundos. Quizá era lo más fascinante expulsar los malos espíritus. A ellos se achacaban todos los males en personas y pueblos. Pero también son espíritus inmundos los opositores a los mensajes de Dios. De todas maneras cuando volvieron aseguraron que pudieron ganar la batalla. Y Jesús les animó asegurando que veía a los malos espíritus caer fulminados hacia el abismo. Los malignos echados al abismo simbolizaban el fanatismo fariseo, la vanidad de los maestros de la ley que enseñaban la esencialidad de la circuncisión, la discriminación social y racial. Los juicios a muerte a las mujeres adúlteras, el mercantilismo del culto, y los derechos del varón sobre la mujer. Habían oído a Jesús: "sabéis que se dijo a los antiguos ojo por ojo y diente por diente: pero yo os digo que quien odia merece condenarse. Sabéis que se os dijo amarás a tu prójimo pero odiaras al enemigo. Pero yo os digo: al que te pide dale y al que suplica escúchalo". Jesús exige que imiten a los profetas antiguos que andaban por allí sin presumir de ricos o poderosos, sino tomando el alimento que les fuera ofrecido. Y que se alegrasen de que sus nombres quedaran inscritos en el Reino de los cielos. La pobreza era su signo, y el programa las Bienaventuranzas. *** 211
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