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Misa de Sagrada Familia, 2010. (26 de 12) I. Ecle. 3, 2-6. 12-14 Entre las epidemias modernas, se cuenta la crisis de las familias. La civilización laica se encarga de crear la noción de familia temporal. La ruptura de las familias es constante, incluidas las llamadas católicas. Cientos de miles se han separado en los últimos 20 años. Pero el problema viene de atrás. La fragilidad humana es como la de los mejores cristales: deslumbran y se rompen al primer descuido. Sin embargo aún en las familias más rotas suelen conservar los hijos devoción a quienes les dieron la vida Muchísimos hijos vinieron al mundo gracias a encuentros temporales, ilegales y hasta sacrílegos. Con todo, sus vidas son sagradas y los Estados tienen obligación de cuidarlas. Hoy el Estado no asume la moralidad de las parejas, sino la libertad de unión y ruptura con obligaciones y derechos. ¿Cómo encargamos a los padres que cuiden de educar a sus hijos, si ellos no cuidan la fidelidad y la duración? El apoyo en valores religiosos y de fe se quiebra casi fatalmente. Estáis aquí multitud de personas que han fundado su familia en valores y buenos propósitos. Y es probable que haya fracasos. Quienes sufren especialmente porque sus cargas y afectos son mayores, son las madres y las esposas. Por eso los llamados Días de la familia, como el que se festeja en Madrid, tiene un significado de llamar a la responsabilidad y al idealismo. Los terribles crímenes de género indican un mal de género: el fracaso. Los dos o uno más que otro han provocado el fracaso. ¿Cómo empezó? Haría falta una introspección sicológica. Y eso no es corriente que se haga, porque los que están en procesos de ruptura no saben o no se atreven a afrontarse. Pues eso es obligado. 21
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