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Domingo XIV B, 8 de Julio de 2012. l. Ezq. 2, 2-5. Te hagan caso o no te hagan caso, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos". Esta frase conclusiva es de suma importancia. Porque muchas veces hacemos caso o no lo hacemos, cuando el profeta, es decir el personaje elegido para gobernar, enseñar o santificar no nos cae bien. La persona que ejerce un oficio porque ha sido nombrada o elegida o consagrada, a veces siente que es como un hueso duro de roer, porque enfrente tiene a gentes sabihondas, con mucho concepto de sí misma, o con títulos científicos, que nos creemos acreedores a juzgar, criticar, subestimar, denigrar y minusvalorar a los demás. Quedémonos con la gran frase: acepten o no al profeta, sabrán que entre ellos ha habido un profeta. Todo el que hace labor por el Pueblo es profeta y sacerdote y rey, según nos fue dado en el bautismo. Pero esos tres oficios tienen diversas maneras de ejercerse, y con frecuencia producen o consiguen rechazo o sospecha. Desde la intimidad de la familia hasta el trono del rey surge la crítica y el rechazo. Pero esos adversarios saben que hay Uno o muchos profetas: los que enseñan, amonestan, animan, hacen oposición fundada y razonable cumplen una misteriosa misión que se llama profética porque proponen verdades en las que creen, fundadas en la razón y la revelación. Los falsos profetas creen en su veracidad porque tienen el cerebro adueñado por otros más falsos aún. La piel de oveja disimula a los lobos. Siendo el bien básico la Libertad, los falsos profetas buscan ante todo ADOCTRINAR, o sea crear compartimientos sellados 207
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