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se refiere la lectura hubo peligro real y Jesús estaba dormido. Los gritos pavorosos le despertaron, le increparon y él, a su vez, increpó al viento y al mar y hubo un cese total de la tempestad. Imaginamos a los liberados felicitando a Jesús, aunque pudieron quedarse anonadados: "¿Aún no tenéis Fe? Y comentaban: ¿quién es este al que obedecen el viento y el mar? Imaginamos a los innumerables africanos que soportan tempestades y peligros para salir de su entorno, lleno de desgracias. Han perecido varios miles, y a los supervivientes los recogen con muchísima paciencia y caridad los guardias. Para los salvados esos guardias son Cristo en persona. Y uno se apuesta a sí mismo que si le tocara afrontaría la necesidad con grandeza de ánimo y generosa entrega. Estos milagros son válidos para creer en el Amor, en el respeto a los demás, en la dignidad de los pobres, como remedió el samaritano al caído en manos de bandidos. Se ha insinuado que para acabar con tanto desastre habría que destruir los barcos que tienen los negreros en Libia. Ese asunto ya preocupaba a las naciones del Mediterráneo, cuando los esclavistas capturaban y llevaban a sus lugares a los cautivados. Luego ganaban dineros mediante los rescates que les ofrecían los frailes Mercedarios. Los gobernantes se reúnen para repartirse la enorme carga que supone tal inmigración. Y países hay donde la muestra diaria de los intentos de asaltar las vallas descomponen cualquier optimismo. Pero cuando vemos las caracas de los que llegan a tierra y son tratados como familia, el corazón se enternece y filosofa: quizá hace falta tanto mal para que resplandezca la capacidad de bien que aún existe en el mundo. 202
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