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Domingo XII B, 21 de Junio de 2009 l. Job 38, 1.8-11. Hay una argumentación que se titula ad hominem si es expansiva y ab homine si es receptiva. Nuestra sencilla cultura se mete en ambos mundos con bastante osadía. Con argumentos como los de Job se ha creado la idea del Dios constructor de todo: ¿quién ha hecho, quién ha levantado, quién gobierna el caos? Solo Dios. Evidentemente Dios lo llena todo, pero hay demasiadas realidades caóticas para quedarse tranquilos. Quizá ante este misterio de dependencias y catástrofes hay que aceptar que los caminos de Dios no son nuestros caminos. Incluso poner la mano en la boca y oír, ver y callar. El argumento deductivo puede ser aplastante. Hay demasiado mal, luego no está por ahí el Señor. Quizá la deducción más fundada en la Biblia sea la de que no hay mal que por bien no venga: incluso que con las calamidades y sacrificios "ofrecidos a Dios" se pueden lograr conversiones. Job es beneficiado porque llegó un momento tan aniquilador que tuvo que exclamar: "Si recibí de Dios bienes, ¿cómo no voy a soportar los males"? Y con esta estoica postura cambia Dios su condescendencia con el malo Satán y multiplica por más de cien todo lo perdido. Tiene las hijas más bellas, los rebaños más numerosos y los banquetes con amigos, dignos de la reina de Saba. No se dice que Dios le aseguró la vida eterna, porque no había aún sujeto para tal altura. Para su tiempo Job es verdadero sabio. Al fin nada se gana con dar coces contra el aguijón. II 2ª Cor. 5, 14-17 Los connt10s, que siendo griegos seguramente filosofaban y sofisticaban como la cosa más natural, 200

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