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II. 2ª CORINTIOS, 5, 6-10. Y III. Marcos, 4, 26-34 La fe es capaz de mover montañas. Lo aseguró Jesús. Y lo viven infinidad creyentes. San Pablo dice que estamos como desterrados lejos del Señor, aunque caminamos guiados por la Fe. Que es el sostén de la esperanza y argumento de lo que no se ve. Hasta no hace mucho no se podía ver de noche en las soledades. Pero se inventaron los rayos infrarrojos y con ellos se pueden filmar todos los acontecimientos. Si alguien pierde la oportunidad de ver los misterios de la naturaleza por no usar esos lentes especiales, no podrá ser tenido por inteligente al negarse a aceptar sucesos increíbles según su poco leal saber y entender. En la postmodernidad se presume de conocer tanto, que estorba la Fe. Y de hecho los creyentes vamos eliminando detalles y quedando casi en la inopia y en la inoperancia, saturados de cosas que vemos. Lo que no vemos en sentido intelectual no tiene que existir. Este argumento del ateísmo no es convincente, pues aunque aseguremos que hoy la gente sabe muchísimo, siempre será una gota de agua frente al mar, una brizna de hierba frente a un bosque, una luz de la linterna de Diógenes frente al sol. Los que alardean de increyentes nunca serán en verdad felices. Si la gente crédula es ridícula, la incrédula es trágica. Jesús dijo que feliz quien tiene fe como un grano de mostaza. Atendiendo a todo asunto hay que tener fe en los agentes sociales. Y también en los que tienen afirmaciones capaces de valorar toda cosa Porque los anima el Espíritu que llena el orbe de la tierra. *** 199

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