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Víspera de navidad, 2010. I. Isa. 62, 1-5 Esta misa es anuncio de la fiesta que empieza esta tarde noche. Y significa la realización de la promesa que aparece en la primera lectura: Después de infinitas calamidades, Jerusalén será de nuevo la favorita del Dios en quien cree. Como una novia que llena el corazón. Estas palabras del Profeta significan, en sentido pleno, la complacencia que tiene Dios con nosotros, que como Jerusalén, hemos tenido vacilaciones, dudas, negaciones y adhesiones temporales, pero siempre con el deseo íntimo de estar cerca y con y dentro del Señor. Dios quiere alegrarse con nosotros. Se trata de expresiones de suma afectividad. Y por eso siempre creímos que nuestra persona es para Dios un sujeto sublime. Por ello lo que hagamos por medrar en todo lo que nos corresponde, será bendito de Dios. No está Dios obsesionado en pedir cuentas de las deficiencias, sino en ser feliz con nosotros. Recordemos la Parábola del hijo pródigo: no le preocupa tanto el pecado del hijo, cuanto que se sienta perdido y muerto. Por eso al recuperarlo hace una gran fiesta. Esta Na vi dad es para nosotros muy importante: Dios nos quiere y quiere al mundo. Hoy hasta los fracasados y flojos hacen fiesta. Unos lo disimulan porque están con los suyos, pero en el fondo es porque sienten a Dios que los busca. La revelación que trae Jesús, es la que anhelaba el Pueblo hebreo. San Pablo lo asegura. Pero algo se interpuso entre su fe en Dios y la Persona de quien aseguró ser Hijo de Dios. Y ese problema existe, ya que Jesús sigue siendo escándalo para los judíos y locura para los gentiles, los que se tienen por pensadores, los que no creen sino en lo que ven. 17
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