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II. lªCor. 10, 31-11,11 Había un problema en tiempos de San Pablo, con los alimentos. Los judíos cristianizados pretendían seguir normas dadas por Moisés. San Pablo y los apóstoles declararon puros todos los alimentos, porque son don de Dios. Los cristianos, sin embargo, quedamos marcados por la idea de que hay alimentos impropios de ciertas fechas, Y así surgieron los ayunos y las abstinencias. Especialmente las abstinencias se tomaron como soporte y argumento de virtudes. San Francisco se pasaba la vida cumpliendo cuaresmas. Cada época tiene su tratado de penitencias. Pero según vamos sabiendo que al Señor Jesucristo no le importaban, proclamó que solo se debe ayunar cuando falta el esposo. O sea cuando no hay más remedio porque haya escasez de cosas o de salud para consumirlas. De hecho hasta las personas más penitentes en cuanto se sienten debilitadas en exceso recurren a médicos y hospitales. Ya los profetas desechaban las abstinencias corporales proponiendo virtudes cívicas como las penitencias que convencen. Son las que tomará en cuenta el juez Final. Asistencias, visitas a enfermos, liberación de cárceles injustas, atención a pobres y desasistidos como las viudas y los niños. Son penitencias que cuestan y no mancan. III. Marc. 1, 40-45 Cuando un leproso se siente curado siente necesidad de proclamarlo. Cuando uno se libra del mal puede sentir ganas de anunciarlo. Pero es curioso que los curados de las lepras siempre serán llamados los ex leprosos o también leprosos. Dijo Jesús:"vete al sacerdote y no proclames el milagro". Hay quien siente placer o descanso mental al propalar que fue leproso o pecador. San Agustín, San Francisco y muchos más proclamaban 162
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