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*** Adviento, Domingo IV. A. León, 19 de Diciembre de 2010. I. Isa. 7, 10-14. Cuando uno duda de Dios fijándose en la propia pequeñez, cierra el camino a los milagros. Una falsa humildad es dañina para Dios mismo y para el falso humilde. Si predicamos la suprema dignidad de las personas, debemos incluimos. E incluso reclamar el derecho a recibir milagros. Pero para llegar a esa actitud de sentirse con el derecho a recibir milagros, hay que tener una fe especial, la que asegura que Dios desea hacemos milagros. Muchos de los personajes de la Biblia vinieron al mundo porque Dios convenció a sus madres de que podrían ser madres, a pesar de su vejez o esterilidad. No es broma mía. Hoy la autoestima es la cara de la verdadera humildad, que es la verdad. Cuando un profeta ofrece a un rey el milagro que quiera, y ese hombre lo rechaza por humildad, el propio profeta le ofrece un milagro aplastante: "Pues ya que no quieres pedir un milagro, Dios te lo manda, porque va a ser capaz de hacer que una virgen conciba al propio ser divino". al Enmanuel. II. Rom. 1, 1-7 Y eso es lo que ha ocurrido en nuestra realidad de Fe: María Virgen ha concebido y engendrado al Hijo de Dios. Para los filósofos sin fe ese milagro no tiene sentido. Sin embargo es el signo que da Dios a todos los que quieran pensar alto y profundo. Cuando ese ser divino, Cristo, haya cumplido con su deber mediante la doctrina, la Pasión, muerte y resurrección, se cumplen 15
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