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María captó esta eternidad del reinado de su Hijo, y se pasmó y por eso objetó que no conocía varón. Aunque el Hijo lo será de Dios y no de hombre, con todo habría de aparecer como Hijo del Hombre mediante José, descendiente de David. Radica en este dato la importancia capital de José. Tanto es así que en cuanto José cumple su papel de educador y cuidador y enseñante de Jesús, desaparece del mapa. Gracias a José, legalmente Jesús es Hijo de David. Solíamos rezar a san José como Patrono de la Iglesia, defendiéndola de las insidias del Enemigo, como lo determinó el Papa León XIII. Ese papel apenas se menciona, pero no se ha caducado. San José es defensor de la Iglesia como lo fue de Jesús y de María. Y por eso en la memoria histórica del Cristianismo San José es insustituible en la familia de Dios. II. Rom. 16, 25-27 San Pablo llama a Dios único sabio, que revela en Jesús el Misterio escondido en los siglos. Por eso le quiere tributar honor y gloria por los siglos y siglos presentes y futuros. La Gloria de Dios es su Hijo. Por eso ya al nacer le cantan Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a las personas que manifiesten voluntad de tener a Dios. La verdad es que solemos hablar de Dios, rezarle a Dios, echarle en cara los fallos a Dios, esperarlo todo de Dios, y desesperar de Dios porque parece sordo a nuestro clamor. Dios es todo para todos. Como los que se casan lo serán entre sí en la prosperidad y enfermedad, en la suerte o en la desgracia, así Dios tiene que tenernos consigo en todo momento. Y nos tiene aunque no lo sintamos. 144

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