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Los profetas animaban y acuciaban y corregían y amonestaban a Israel: por eso sus palabras se repiten de generación en generación. II. 2ª Pedro 3, 8-14 En las relaciones humanas es básica la finura, el cariño, el perdón, la generosidad y la oración. Con esos empeños se pone uno en camino seguro hacia la Patria y hacia el Salvador que es Jesús. Pero sobre todo hacia el prójimo, que está en el lugar de cualquier valor como testigo seguro. El prójimo es el que más nos exige. Aunque no nos pida nada de viva voz. Es la voz de Dios en nuestra conciencia. Por eso es importante no escandalizar por falta o por sobra. Fijémonos en el conjunto que rodeaba a Juan. Mucho pecado y mucha buena voluntad. El baño limpiaba del pecado y la buena voluntad mejoraría las profesiones. Lo que resultó es incierto, excepto que de allí salieron algunos de los futuros apóstoles. Los que valoraron a Jesús como El Esperado y recibieron el encargo de darlo a conocer convertido en Palabra y Sacramento. III. Marc. 1, 1-8 Y eso quería el Bautista. Y eso querían oír los curiosos y los fervorosos penitentes que rodeaban al Bautista. "Preparad el camino al Señor". Había gentes sencillas, sacerdotes, soldados, fariseos y doctores. Como en una sesión plenaria de diputados y legisladores, el orador de turno era Juan. Y daba a cada uno su consejo y su reprimenda. Y al fin ponía la esperanza en el que llegaría a quitar el pecado de mundo. El signo del cambio era bautizarse. Por eso el bautismo de Jesús lo cambió a él, de simple galileo en Maestro de la gente y en Hijo de Dios: ya lo era, pero no lo había sabido hasta ese momento. 140

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