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sigue en el terreno que ahora ofrece posibilidades. Como en los desiertos donde se explotan minas o se crean oasis hace falta mucha inversión. Y eso es el esfuerzo, que puede ser variadísimo, como significa la palabra paciencia. Poco a poco, algo o mucho o todo llegará. De sobra sabemos lo que es la paciencia y la impaciencia. La primera cuesta y da fruto. La impaciencia solo aumenta la desertización. Labor de detalle de cada día, en el cumplimiento de las obligaciones, en el cuidado del jardín: vengo a pedirte Cristo Jardinero, por el desierto de mi corazón. Cuando en tierra pobre y poco fecunda conseguimos que aparezca una flor, o germine el césped o florezca un frutal, es que Cristo jardinero ya está en el desierto de nuestro corazón. Viene como técnico, trae su plan y nos va a animar a cumplir nuestro anhelo. III. Mat. 11, 2-11. Juan Bautista predicó la esperanza. Y Cristo lo ponderó por su empeño en sembrar en el desierto material y mental de sus seguidores, la esperanza de que hallarían el remedio a su pecado. Para sembrar esa esperanza acudió a un juego casi político: que sus seguidores se acercaran a Jesús para pedirle que se definieses. "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?" Y el fruto es ver, curar, andar, purificarse, oír, y como pobres, escuchar mensajes positivos. Fue el argumento decisivo de Jesús para identificarse como el Esperado. La Evangelización es multiforme: vale para predicar justicia, cultura, patriotismo, amor a la familia, a la Iglesia y a Jesucristo. Y quedarse con algo. No ser solo voceadores sino modelos de gentes de buena voluntad. Que Cristo jardinero nos acompañe en el desierto de nuestro corazón. 14
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