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se llama al cielo la Jerusalén celestial, que debe estar siempre en nuestras reservas mentales, como piedra angular de nuestra fe. En Jerusalén padeció Jesús y también resucitó. Y como el padecer es inevitable, sostengamos la fe en la resurrección, que en palabras más sencillas se llama la vida eterna. II. Filip. 4, 12-14. 19-20. San Pablo alaba le generosidad de los fieles, que le ayudan a sobrevivir, porque él practica la pobreza con toda verdad. En las iglesias de todo el mundo, son y sois las personas sin riquezas ostentosas, quienes sostienen lo material y lo espiritual. El óbolo de la viuda que alaba Jesús, tendría nombre y apellido en este mismo templo. Hoy es difícil vivir en tribulación como le pasaba a Pablo cuando le tocaba pasar necesidad. Nuestros tiempos ofrecen muchos medios con la seguridad social. Pero no faltarán personas que sin culpa están atribuladas, que necesitan nuestra ayuda. La ayuda a esas personas equivale a la ayuda al templo y al cura. III. La parábola de la boda indica que las formas sociales especialmente manifestadas en la las bodas son de obligado cumplimiento. Demuestra uno que es humano y cercano si participa en los acontecimientos de la familia y de la vecindad. Las disculpas no dejan bien al infractor. Las bodas, bautizos y entierros son ocasiones de manifestar cercanía y amistad. Y el rechazo a la invitación puede implicar infinidad de cosas. Y si llega a la violencia es claro que se producirá revancha. En esta parábola la revancha es que no volverán a ser invitados, y en cambio los pobres serán los nuevos invitados. Pero hay un detalle: que estos pobres y maltrechos han de manifestar una mínima elegancia en su porte. Se supone, pues, que los invitados tienen algún parentesco 121

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