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continuamente y se nos o frece con generosidad. II. Filip. 1, 20c-24. 27ª. El oficio de Evangelizador ocupó a san Pablo de modo apasionante. Y llegada la etapa final le parece lógico anhelar el cielo. Pero está dispuesto a seguir predicando y sufriendo si se lo pide Jesús. Me atrevo a ponerme en moderno hablando de Vida después de la Vida. Muchas personas confiesan que en los instantes finales se les ofrece la oportunidad de seguir adelante hacia el mundo eterno, atravesando un túnel que va de oscuro o negro a luminoso, pero al llegar al límite sienten un llamado a volver a su cuerpo porque le quedan deberes que realizar. Sus historias son maravillosas. Pero la mayor parte de los que mueren no vuelven, tengan o no deberes que hacer. Por tanto hay que estar alertas cumpliendo un mandato muy antiguo: aprovecha cada día. Cada día abunda la gracia o sea la presencia y dones de Dios. Y no nos planteemos si nos es grato morirnos ya o mejor estamos en disposición de que se nos acabe la vida de modo normal y cuando nos toque. Glorificar a Dios en la vida y en la muerte es un buen ideal. III. Mat. 20, 1- 16. La tarea de cada día ha de ser pagada con el denario acordado. Para la tarea se llega a las primeras horas o a media jornada o casi al final. El caso es llegar a hacer algo ante la invitación del Señor de la Viña. Pensar en méritos especiales por haber llegado a la primera hora parece que no le cabe en la cabeza al Propietario. Por eso no podemos andar juzgando la cantidad de merecimientos que acumulamos, que más de una vez no por mucho madrugar amanece más temprano. Y ya sabemos que el querer llegar pronto o el conseguir llegar en tiempo laborable es gracia de Dios, pues él 115

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