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publica este libro de su tío Ben Shirac. Es un libro muy apropiado para las reuniones y celebraciones porque aterriza en los asuntos humanos. Hoy plantea el problema de las malquerencias vecinales o familiares originadas por gente lenguaraz e insana. Todos más o menos padecemos la tentación de airear las deficiencias de los otros. Con frecuencia llegamos a la violación de secretos que se nos encomiendan. Porque ya se dice que secreto entre dos es secreto a voces. Por supuesto el que aquilata este asunto es Jesús que dice que pidamos perdón a Dios a cambio de que perdonemos a los llamados deudores. Puede tratarse de perdones en lo territorial o en lo relacional. El caso es que tan pecador es el que mata como el que desea matar o rematar. Si uno pide perdón también ha de darlo. El asunto es de suma actualidad. Muchas veces la deuda del prójimo con uno es fruto de una fantasía egoísta hasta el colmo. Que me perdonen como yo perdono es juicio más que salomónico. Es juicio cristiano. Pero la gran deuda es el recuerdo, el imposible olvido, ese IVA desgraciado que estamos siempre cobrando. Y que a la vez quisiéramos que se fuera al cosmos. II.Rom.14.7-9 San Pablo quiere ser teólogo filosofando, y quiere acabar con los sofistas. Todos los argumentos que cada uno aplica a su entendimiento para enfocar la vida, son declinados por Pablo así: "ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo ...En la vida y en la muerte somos de Dios". La tesis es desafiante. Lo que hay que aclarar si Pablo anula la iniciativa personal, o simplemente le niega la omnipotencia, porque somos muy relativos. Y por eso se apela al supremo criterio. 112

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