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de lágrimas y amargura; ahora temblorosas y entre sus dedos, habitando el yermo y el desierto de soledad de– sesperada. . . Luego, señalando, con un solo d!edo, el bien y el mal. . . la senda de la virtud y la del vicio . .. Y . . . por fin, crispadas. . . jaula de ira: entre los elec– trizados dedos, estalla la tempestad, el rayo de maldición y de venganza. De las manos se vale el poeta para acariciar sus auroras invisibles y la luz de la hermana luna y las estrellas que riela sobre el río; se unen las rnanos, fuerte– mente, para indicar fraternidad de inteligencias y co– razones, de energías y de bienes. En la Acción Litúrgica, las 1nanos, acaso, serán mudas? Ciertamente que no; al contrario, adquieren sagrada elocuencia y fervoroso ruego que fluye de la dignidad sublime que en sí mismas llevan. . . la del GRAN D1A DE LA ÜRDENACION SACERDOTAL. Así, las manos de quien celebra Los DIVINOS MISTERIOS DE LA FE, buscan en torno del ara el diálogo del apoyo suave, y el suave apoyo del diálogo sobrena– tiiral. . . Las manos ungidas se mueven, cien veces, como alas en vuelo sereno; ahora cantando Gloria a Dios en las alturas y Paz, en la tierra, a los hombres de buena voluntad; es el gesto de esas mismas manos en busca de la ÜFRENDA, y la presentación de ésta a la Divina Majestad; es moverse de las manos al encuentro de lo diáfano del agua y tersura de los lienzos. . . Las manos

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