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amar sus misterios; y lo será, sobre todo, para quienes se ven impedidos de asistir al Templo . Se me ocurre esto al pensar en la Misa de Paz y Bien que S. R. difunde por radio todos los domingos desde su Parroquia. Qué bello complemento de los elo– cuentes y paternales conceptos, siempre renovados, de S. R. es la contemplación de las láminas que reproducen las manos sacerdotales que ruegan, imprecan, consagran, bendicen, consuelan y perdonan! . .. No puedo silenciar la emoción con que he exami– nado las láminas y he leído los inspirados comentarios que son para mí como ecos de su Misa radial de Paz y Bien, pues todo eso me recuerda algo que oí muchas veces a mi padre político el Dr. Don Juan Zorrilla de San Martín respecto al "lenguaje de las manos" . Afir– m.aba Don Juan, como lo dice S. R. en el hPnnoso pre– facio, que las manos del ho1nbre hablan, y que es necesario aprender a utilizar este lenguaje que la multi– tud entiende como el propio idioma. Se refería especial– mente al orador, y agregaba que el milagro de la elo– cuencia se logra tanto con la palabra hablada como con el lenguaje de las manos cuando éste responde al impulso espontáneo del numen. Cómo no ha de ocurrir esto al pie del Ara cuando las manos del Sacerdote sienten el sagrado estremeci-

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