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VIII.- lesús ayudado por el Cireneo (Me. 15, 21). Jesús va delante, cansado, encorvado, subiendo la cuesta con dificultad, lentamente por el dolor y para marcar mejor el camino. Detrás, Simón de Cirene arrastrando una Cruz difuminada. Los demás, incluido un niño, en la otra orilla, desde el plano superior marcando la distancia, siguiéndole con in– diferencia y curiosidad, viendo pasar los días y la Historia. El egoísmo impide ser los voluntarios del é c~W}~~:iJ,e]q i<{4q, aqrql'~e 'f!·~;1'"~!Jr4lll(t§,· ~e,: Sll :·.·.•.. léif:qt 8~~- Haz,, ·S.eñt>t •· qu%. §fJJ/q.'§:~i (JlVt,f ~l'J.~ic,a ~í¿j; IX.- Jesús encuentra a las mujeres (Le. 23, 27-28). Ante las piadosas mujeres, se olvida de su propio dolor, su comunica– ción sería alivio, por eso aparece erguido disimulando su sufrimiento, pensan– do en los demás. Detrás, Cirineo, pequeño, porque nuestro esfuerzo no es nada frente al suyo, pero ya con una curz ccn claro diseño, expresión de su acepta– ción a la vista del dolor y tragedia de Jesús. Las mujeres le hablan con el silencio, donde se fraguan los más profundos amores, que Jesús premia ocul– tando su dolor y con la mirada elocuente y agradecida por su seguimiento. X.- Jesús es crucificado (Me. 15,24). Las tres cruces llenando el plano. La más grande, la de Jesús, con los brazos bien extendidos al horizonte, para abarcar el universo de los pueblos y sus gentes. A la izquierda, en la esquina de abajo, la pequeñez y mezquindad de los soldados, alrededor de una piedra, jugando a los dados, los vestidos y la Historia. ·. i Jla. qbetlie.neú.i ·. [laeu'l!n [~.·;;,¡}',,,¡ga. A pesar de la difit para compre é la cruz qué ~$ salyación, en la medida en que la convirtamos en expr~~i6n d.'é atnor. Que apren– da, Señor, a clavarme contigo. para convertir el dolor en gloria... - 19 -

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