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1. El Gobierno de Venezuela promete pasar anualmen– te a cada misionero 400 pesos, 1.600 francos, y con ellos habían de mantener el culto. A los jefes de distrito se dará 500 pesos. 2. Los 30 misioneros harían el viaje por cuenta del go– bierno. 3. Los misioneros debían ir para 10 años, según la an– tigua costumbre, y después quedaban en libertad de salir o quedarse. 4. El gobierno en nada debía meterse con respecto a lo espiritual. 5. Ellos libremente podían anunciar el reino de Cristo. 6. En la dirección de los indios, los misioneros serían el todo hasta civilizarlos. Estas condiciones fueron firmadas por los misioneros. He aquí el contrato que se publicó en la Revista católica de Barcelona, comunicado ·por el mismo cónsul, y que al Padre Adoáin le trajo de Herodes a Pilatos (1 de julio 1842), pues no era el firmado: 1. Ser de 30 años a 45 de edad. 2. Reunir virtud y ciencia, a lo menos la necesaria, pa– ra el desempeño del ministerio parroquial. 3 Tomar en Venezuela carta de naturaleza, sin cuyo re– quisito no pueden obtenerse beneficios en propiedad. 4. Comprobar en examen competente ante el respectivo Ordinario su idoneidad para el servicio parroquial. 5. No haber tomado parte activa en la guerra carlista que ha turbado la paz de España. Como se ve, uno es el contrato para territorio de indios, y otro para el de parroquias; no se sabrá por qué el cónsul publicó uno, y ocultó el otro. Uno de los puntos difíciles será que al P. Esteban lo mandan provisionalmente a regen– tar parroquias abandonadas, antes de seguir a su misión, y los empleados del gobierno lo quieren sujetar al segundo reglamento, haciéndole presión para que dejara de ser es– pañol y jurara la Constitución de Venezuela. El día 26 de mayo de 1842 salían los expedicionarios en el barco de vela Nouvelle Elyse hacia el Nuevo Mundo, para llegar al puerto de Cumaná, Venezuela, el 10 de julio del mismo año. Los ancianos que habían conocido a los antiguos capu– chinos, se alegraron. 20 misioneros quedaron en Cumaná; el P. Esteban, con los restantes, siguieron a La Guaira, lle– gando el 15 del mismo mes de julio. He aquí los cuatro campos de apostolado del P. Esteban: Venezuela, Cuba, Centroamérica y España. La recepción que se les hizo en Venezuela no respon– dió al mensaje del jefe de los misioneros, P. Ramón de Mu– rieta, ni aun para su alojamiento en Caracas, destinándoles una casa abandonada, donde toda incomodidad tenía su asiento. En vista de lo cual, varias personas particulares y el arzobispo, los fueron acomodando en casas de confianza; no hubo ningún saludo oficial, aunque el P. Murieta había pedido entrar en la capital presididos por el estandarte de la Divina Pastora. La causa estaba en un periódico izquier– dista, que atacaba a los misioneros como si fueran gente inculta, de baja ralea, aventureros que habían formado par– te de las filas carlistas y cuya admisión suponía poner en peligro la independencia del país. Temiendo los ataques de la prensa el ministro del Interior redactó un Reglamento de Misiones, por el que se rebajaba a cada misionero el sueldo de 400 pesos a 33 mensuales. Además , se les co– municó que regentarían parroquias , y no misiones de indios, -7-

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