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salida del P. Esteban como persona no grata, con pretexto de alguna comisión. El superior contestó que __no saldría el P. Adoáin, sino que saldrían todos los capuchinos. Eran en total 39. Hubo momentos en que los nativos quisieron acometer al regimiento para liberar a los religiosos. Fue e_l _P. Esteban quien los disuadió, haciendo nuevamente de pac!f1cador. Los capuchinos desterrados de Guatemala se encaminaron a Ca– lifornia; los de El Salvador a Panamá. En California fueron recibidos y tratados amablemente por los jesuitas; católicos y protestantes los llenaron de presentes. No era posible una fundación en Estados Unidos; el clima de Nueva York, Pro– vincia Calvariense, se les hizo muy frío; era necesario vol– ver a Toulouse y Sayona, sin poder entrar en España. Todo se había destruido. POR TIERRAS DE ESPAÑA Nuestro héroe, a su vuelta de los Estados Unidos, había desembarcado en Francia, refugiándose en el convento de Sayona con sus compañeros de Navarra, mirando desde la frontera los acontecimientos de España. Por aquellos días España sostenía tres guerras: la cantonal, la carlista, y la de Cuba. Ciudades como Granada, Sevilla, Málaga, Cádiz, Valencia y Cartagena, se habían declarado cantones inde– pendientes de la república de Madrid, proclamada en febre– ro de 1873. Los carlistas de Navarra se habían lanzado al campo, obe– deciendo las órdenes de don Carlos, dictadas el 21 de abril de 1872; a pesar de la derrota de Oroquieta y del Convenio de Amorebieta, 24 de mayo, de nuevo surgió la guerra, que se extendió a toda Navarra, al constituirse la república es– pañola, por abdicación de Amadeo de Saboya. Don Carlos entraba en España el 16 de julio de 1873, y los carlistas eran dueños del país vasco-navarro, en su ma– yoría, tal como había sucedido en la guerra de los Siete Años. El P. Adoáin se imaginó que habría facilidades, bajo el dominio carlista, para habilitar algún convento de Navarra y empezar de nuevo la implantación de los capuchinos en España. Sin duda, este fue el objeto de su viaje a Estella, ciudad– corte de don Carlos. El P. Adoáin salió de Sayona a pie, cruzó la frontera por Dancharinea, y pasando por el Saztán, se presentó en once días en Murieta, donde estaba de pá– rroco un viejo compañero suyo,. el P. Manuel Echeverría. Era el 9 de enero de 1874. Habló con elementos de la Junta carlista, visitó at gene– ral Argonz, y a otros jefes, a quienes había conocido en Sayona; finalmente escribió al general Dorregaray. Parece que sus gestiones no tuvieron éxito, pues las circunstan– cias eran difíciles. Lo que consiguió fue autorización para predicar con hábito religioso . Por estos días el P. Esteban logró tener una entrevista con don Carlos, joven de 25 años, a quien recomendó auste– ridad en la guerra. Le habló claramente sobre sus preten– siones a la Corona de España diciéndole que todo estaba en manos de Dios. - 18-

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