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cíliese pronto con El, al menos con el acto de per– fecta contrición. Así tendrá más a mano la gracia de Dios y la protección del cielo. 2.ª) Trate al enfermo o moribundo con ver– dadero cariño, prestándole los servicios materiales más necesarios y urgentes, al tiempo que dispone su espíritu. 3.ª) Sin ponerle el caso como totalmente irremediable, hágale ver con delicadeza que se en– cuentra bastante mal y que es preciso pedir perdón al Señor para estar bien con El y hallarse dispuesto a partir, si Dios así lo quiere. 4.ª) Ayúdele usted mismo a hacer el acto de perfecta contrición, sugiriéndole el pensamiento de la bondad de Dios, de los innumerables beneficios recibidos de su mano, de que Cristo Dios murió crucificado por nosotros, por nuestro amor, por nuestra salvación. Muéstrele, si tiene, el crucifijo. 5.ª) Aunque le parezca que está inconscien– te, porque no habla, no se mueve ni casi respira, no deje de repetirle al oído esas cosas y de pronun– ciar jaculatorias, como las antes dichas, o bien es– tas otras: «Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía; Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía; Jesús José y María, con Vos descan– se en paz el alma mía». «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». «Dulce Corazón de María, sed mi salvación», etc., etc. ¡Cuántas personas, aparentemente inconscien– tes o aparentemente muertas, oyen y tienen lucidez 99

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