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un estuchito de plástico, encuentras un llavero de oro, tan brillante, tan esmaltado de adornos y fi– ligranas, que te quedas bizco al mirarlo. En el rincón opuesto, y también guardado en una her– mosa funda de piel punteada, te encuentras un magnífico, un formidable revólver, que te hace tilín sólo al tocarlo. Y ahora viene mi pregunta: «Cuando ese buen señor te regaló el arca con todo lo que llevaba dentro, dime, Juanito, ¿querías o no querías el llavero y el revólver? - ¡Hombre! ¡Vaya que los quería! Porque, si bien es cierto que yo ignoraba que estaban dentro del arca, también es cierto que yo quería el arca con todas y cada una de las cosas que tenía dentro. - Muy bien has respondido. Pues ahora va– mos a la aplicación. Cuando un infiel, uno que no está bautizado, hace un acto de perfecta contrición -acto que encierra un verdadero acto de amor de Dios- in– dudablemente ese infiel tiene el deseo o intención, al menos implícita, de hacer todo lo que Dios quiere de él, o lo que querría que hiciera, si viviera en otras circunstancias. Aunque él desconozca muchas de estas cosas que Dios quiere o querría de él, la verdad es que él las desea desde el momento en que está c:Ms– puesto a cumplir plenamente la voluntad de Dios. Com.o el llavero y el revólver se encuentran en el arca del rico, así en el arca de la voluntad de 83
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